Christina HOFF SOMMERS: The war against boys; how feminism is harming our young men

Prácticamente en todo, las chicas están arrasando en los colegios; son los chicos los que representan al segundo sexo.    NOVEDAD: Edición en castellano: "La guerra contra los chicos: cómo un feminismo mal entendido está dañando a los chicos jóvenes" Ed.Palabra, Madrid, 2006.

Lo que pensamos, sabemos: los colegios americanos favorecen a los chicos y oprimen a las chicas. La verdad es justo la contraria. Prácticamente en todo, las chicas están arrasando en los colegios; son los chicos los que representan al segundo sexo. 

Corren malos tiempos para los chicos en América. La impresionante victoria del equipo de fútbol femenino de los Estados Unidos en la última Copa del Mundo celebrada el pasado verano, ha venido a simbolizar el espíritu de las chicas americanas. Podría decirse que la derrota en “Columbine High”, durante la pasada primavera, simboliza el espíritu de los chicos americanos.

“Beyond Title IX: Gender Equity Issues in Schools” , (“Más alla del Título IX: Temas de igualdad de sexo en los colegios”) (1993)

Un documento preparado por un grupo de organizaciones feministas (subvencionado por el Departamento de Educación), “para proporcionar una visión global sobre temas clave de igualdad de género (desde las dificultades del género hasta el acoso sexual) a los que los colegios se están enfrentando hoy en día”.

Que los chicos hayan caído en descrédito no es accidental. Durante muchos años grupos de mujeres se han quejado de que los chicos se benefician del sistema escolar, que les favorece e impone dificultades a las chicas. “Los colegios no son justos con las chicas”, declara la Asociación Americana de mujeres universitarias. Las chicas “están sufriendo una especie de atadura psicológica”, argumentan dos prominentes psicólogos de la Educación. Una inmensa corriente de libros y panfletos citan que las investigaciones demuestran no sólo que los chicos están “enchufados” en clase, sino también que aportan violencia y acoso sexual al patio escolar.

Teniendo en cuenta el punto de vista que ha prevalecido en la educación americana durante la última década, los chicos están resentidos tanto por ser considerados el sexo injustamente privilegiado como por los obstáculos que han encontrado en su camino para devolver a las chicas la justicia perdida. Esta perspectiva se está promocionando en las escuelas de educación y muchos profesores creen ahora que las chicas merecen una consideración especial para ser indemnizadas por situaciones pasadas. “Esta claro que los chicos son el Número Uno en esta sociedad y en la mayoría del mundo,” argumenta Patricia O'Reilly, profesora de Educación y directora del “Centro de Justicia por razón de Género”, de la Universidad de Cincinnati.

La idea de que los colegios y la sociedad subestiman a las chicas ha dado lugar a todo un tramado de leyes y políticas encaminadas a recortar la ventaja que tienen los chicos y a reparar el daño causado a las chicas. Que a las chicas se las trata como el segundo sexo en los colegios y, en consecuencia, sufren; que los chicos disfrutan de privilegios otorgados y, en consecuencia, se benefician de ello—están son cosas que se dan por sabidas por todo el mundo. Pero, sin embargo, no es verdad.

La investigación que comúnmente se cita para dar soporte a las reclamaciones en contra de los privilegios masculinos y de sus pecados, está plagada de errores. Prácticamente ninguna de tales investigaciones ha sido publicada en diarios profesionales de cuidada reputación. Algunos de los datos han desaparecido misteriosamente. Una revisión de los hechos demuestra que son los chicos y no las chicas, los que se encuentran en el lado débil del vacío de la Educación de género. El chico tipo está un año y medio por detrás de la chica tipo en lo que se refiere a leer y a escribir; está menos comprometido con el colegio y es mucho menos probable que asista a la Universidad. En 1997, el total de los alumnos matriculados en Universidades fueron 45% chicos y 55% chicas. El Departamento de educación pronostica que la proporción de chicos en las Universidades continuará descendiendo.

Datos del Departamento de Educación de los Estados Unidos y estudios recientes de algunas Universidades demuestran que, lejos de aparecer tímidas y desmoralizadas, las chicas de hoy ensombrecen a los chicos. Consiguen mejores calificaciones. Tienen aspiraciones educativas más altas. Siguen programas académicos más rigurosos y participan en clases de alto nivel en porcentajes más altos. De acuerdo con el Centro nacional de Estadísticas Educativas, ligeramente más chicas que chicos se inscriben en cursos de matemáticas y ciencia avanzada. Las chicas, de las que se ha alegado timidez y falta de confianza, superan a los chicos en los organismos de dirección de alumnos, en sociedades de honor, en periódicos escolares y en clubes de debate. Sólo en deportes los chicos van por delante, pero grupos de mujeres se están poniendo como objetivo, vengar el vacío en su contra en la faceta deportiva. Las chicas leen más libros. Superan a los chicos en las pruebas artísticas y musicales. Muchas más chicas que chicos estudian en el extranjero. Muchas más se adhieren a “the Peace Corps”. Al mismo tiempo, más chicos que chicas son expulsados de los colegios. Muchos más repiten curso y muchos más abandonan. Los chicos tienen tres veces más posibilidades de que se les diagnostique el síndrome de déficit de atención por hiperactividad. Muchos más chicos que chicas se encuentran mezclados en crímenes, alcohol y drogas. Las chicas intentan suicidarse más a menudo que los chicos, pero son los chicos los que lo consiguen con mayor frecuencia. En 1997, un año típico, 4.483 jóvenes, entre cinco y veinticuatro años, se suicidaron: 701 chicas y 3.782 chicos.

En el lenguaje técnico de los expertos en educación, las chicas se comprometen más “académicamente”. El año pasado, en un artículo publicado en “The CQ Researcher”, acerca de los objetivos académicos alcanzados por chicos y chicas, se describe una observación común entre las familias: “Las hijas quieren complacer a sus profesores/as empleando tiempo extra en proyectos, haciendo créditos extra, haciendo los deberes lo mejor posible. Los hijos se lanzan a toda prisa a realizar los deberes asignados y salen fuera a jugar, despreocupados completamente de cómo juzgarán los profesores su descuidado trabajo”.

El compromiso con el colegio es una medida crítica del éxito del alumno. El Departamento de Educación de Estados Unidos mide el grado de compromiso del alumno con los siguientes criterios: “¿Cuánto tiempo dedica el alumno a hacer los deberes cada tarde?” y “¿Acude el alumno a clase preparado y dispuesto a aprender?” (¿Trae libros y lápices?; ¿Ha acabado los deberes?)”. Según encuestas realizadas a alumnos de cuarto, octavo y duodécimo curso, las chicas son más constantes en hacer los deberes que los chicos. Hacia el duodécimo curso los chicos tienen cuatro veces menos probabilidades de hacer los deberes que las chicas. Del mismo modo, más chicos que chicas responden que “usualmente” o “a menudo” asisten al colegio sin los útiles necesarios o sin haber hecho los deberes.

La diferencia de resultados entre chicos y chicas en la escuela secundaria lleva directamente al crecimiento de la diferencia entre las admisiones de chicos y chicas en la Universidad. El Departamento de Educación informa que en 1996 había 8,4 millones de mujeres, pero sólo 6,7 millones de hombres matriculados en la Universidad. Estos datos predicen que las chicas mantendrán y aumentarán su liderazgo durante la siguiente década y que para el año 2007 los números serán de 9,2 millones de mujeres por 6,9 millones de hombres.

 

 

La aniquilación de la diferencia según los resultados de las pruebas

 

Las feministas no pueden negar que las chicas consiguen mejores resultados, están más comprometidas y que son ahora el sexo mayoritario en la educación superior. Argumentan, sin embargo, que tales ventajas no son apenas decisivas. Destacan que los chicos consiguen mejores resultados que las chicas en casi todos los tests estandarizados que son significativos –especialmente en “the Scholastic Assesment Test” (prueba de selectividad) y en la facultad de derecho, en la facultad de medicina y en los tests de admisiones para los graduados escolares.

En 1996 escribí un artículo para “Education Week” acerca de los muchos caminos en los que las chicas estudiantes estaban adelantando a los chicos. Aprovechando los resultados del test que sugiere que los chicos lo están haciendo mejor que las chicas, David Sadker, profesor de educación y coautor junto con su esposa, Myra, de “Failing at Fairness: How America's Schools Cheat Girls”, (“Fallo en la justicia: Como las Escuelas Americanas engañan a las chicas”) (1994), escribió: “si las chicas están volando alto en el colegio, como escribe Christina Hoff Sommers, entonces esos tests están ciegos ante ese vuelo”. En los SAT (Scholastic Assesment Test) de 1998, los chicos obtuvieron 35 puntos más (sobre un total de 800) que las chicas en matemáticas y 7 puntos más en Inglés. Estos resultados parecen contrarrestar todas las demás medidas que se han tomado en los colegios. En casi todo el resto de áreas los chicos se rezagan. ¿Porqué entonces hacen mejor los tests? ¿Tiene razón Sadker al sugerir que esa es una manifestación del “estatus privilegiado” de los chicos?

La respuesta es no. Una atenta mirada a la muestra de estudiantes que realizan el SAT y otros tests similares, muestran que los resultados más bajos de las chicas no tienen nada que ver con discriminaciones o injusticias. Es más, los resultados no significan siempre un menor alcance de los objetivos por parte de las chicas. En primer lugar, según College Bound Seniors, un informe anual sobre los que se presentan a los tests estandarizados, publicado por “The College Board”, muchas más chicas que chicos en una situación “de riesgo” realizan el SAT –chicas de familias con rentas bajas o cuyos padres no se graduaron en la escuela secundaria o, incluso, nunca asistieron al colegio. “Estas características”, dice el informe, “se asocian con resultados más bajos de la media obtenida en el SAT”. En vez de utilizar incorrectamente los resultados del SAT como una evidencia de discriminación hacia las chicas, los responsables de la educación deberían estar preocupados por los chicos que nunca se presentan a los tests necesarios si queremos promocionarlos a la educación superior.

Otro factor presenta los resultados de manera sesgada de tal forma que parecen favorecer a los chicos. Nancy Cole, presidenta del “Educational Testing Service” (Servicio Educativo de Pruebas), le llama el fenómeno “spread” (extensivo). Los resultados en casi todos los tests de inteligencia o de conocimientos son mucho más variados entre los chicos que entre las chicas – entre los chicos se encuentran más estudiantes prodigiosos, pero también más con escasas capacidades. O, como diría el científico y político James Q. Wilson, “entre los hombres hay más genios, pero también más idiotas”.

Los chicos también dominan en las listas de abandonos, suspensos y falta de habilidad para el aprendizaje. Los alumnos que se encuentran en esos grupos muy rara vez hacen las pruebas de entrada a la Universidad. Por otra parte, los chicos que, excepcionalmente, se toman seriamente sus estudios ponen de manifiesto números extraordinariamente elevados en los tests estandarizados. Los activistas de la igualdad de género como Sadker deberían aplicar la lógica de un modo más consistente: si la escasez de chicas en el extremo más alto de la distribución de capacidades es una evidencia de injusticia para ellas, entonces el exceso de chicos en el extremo más bajo debe considerarse como una evidencia de injusticia para ellos.

Supongamos por un momento que alejamos nuestra atención del selecto grupo, altamente motivado, que constituye los dos quintos de los alumnos de secundaria que se presentan al SAT, y consideramos por el contrario una muestra verdaderamente significativa de los escolares Americanos. ¿Cómo podríamos, entonces, comparar a los chicos y a las chicas?. Bueno, pues creemos tener la respuesta. “The National Assessment of Educational Progress” (Asesoría Nacional sobre el Progreso Educativo) comenzó en 1969, autorizado por el Congreso, ofertas de más y mejores medidas para elevar el rendimiento entre los alumnos de todos los niveles de capacidad. En el programa del National Assessment of Educational Progress, entre 70.000 y 100.000 alumnos, elegidos de cuarenta y cuatro Estados, fueron examinados en lectura, escritura, matemáticas y ciencias, en las edades de 9, 13 y 17 años. En 1996, los chicos de 17 años superaron a las chicas por 5 puntos en matemáticas y por 8 en ciencias, mientras que las chicas superaron a los chicos por 14 puntos en lectura y 17 puntos en escritura. Durante los últimos años, las chicas casi han alcanzado a los chicos en matemáticas y ciencias, mientras que los chicos continúan a una gran distancia de las chicas en lectura y escritura.

En julio de 1995, en un número de la revista Science, los investigadores de la Universidad de Chicago, Larry V. Hedges y Amy Nowell, observaron que el déficit de las chicas en matemáticas era pequeño pero no insignificante. Pusieron de relieve que este déficit podría afectar de un modo adverso al número de mujeres que “sobresalen en profesiones científicas y técnicas”. Acerca de los déficits en escritura de los chicos, afirmaban que “ las amplias diferencias entre sexos por lo que se refiere a la escritura... son alarmantes... Los datos implican que los varones están, de media, en una profunda desventaja en los resultados de esta habilidad básica”. Hedges y Nowell continúan advirtiendo que los grandes números que generalmente colocan a los chicos al final de la lista en lectura comprensiva y escritura, tienen también implicaciones políticas. Da la impresión de que individuos con tan pobres capacidades literarias tendrán dificultades en encontrar empleo en una economía cada vez más dirigida por la información. Así, debería tomarse alguna medida que les capacitara para participar constructivamente.

Hedges y Nowell describían un fenómeno de proporciones nacionales, pero como la atención se ha focalizado más bien en los déficits de las chicas, pocos americanos saben algo sobre este problema e, incluso, muchos ni siquiera sospechan que existe.

Más aún, tan aceptado está el mito de que las chicas están en crisis, que se ha llegado a una situación en la que, incluso los profesores que trabajan diariamente con chicos y chicas, tienden reflexivamente a descartar cualquier desafío al mito en cuestión o a señalar cualquier evidencia que ponga de manifiesto la verdadera crisis entre los chicos. Hace tres años el colegio “Scarsdale High School” de Nueva York, organizó unas jornadas de trabajo sobre la igualdad de género entre sus profesores. Lo más destacado de esas jornadas, con una diferencia notable, fue el tan manido las-chicas-están-siendo-tratadas-injustamente. Un alumno hizo una presentación en la cual señaló hasta la evidencia la sugerencia de que las chicas en Scarsdale estaban muy por delante de los chicos. David Greene, profesor de ciencias sociales, pensó que el alumno debía estar equivocado, pero cuando, junto con otros colegas, analizó las pautas de resultados de su departamento, descubrió que el alumno tenía razón. Encontraron pocas diferencias en los resultados entre chicos y chicas en las clases de estudios sociales de nivel avanzado. Pero en las clases estándar las chicas lo estaban haciendo mucho mejor.

Greene descubrió otra cosa: muy pocos quisieron escucharle acerca de sus recientes averiguaciones. Al igual que otros colegios, Scarsdale estaba fuertemente influenciado por la creencia de que las chicas están sistemáticamente en desventaja. Esta idea prevalece entre los comités directivos de las escuelas que promueven la igualdad de género y ha llevado al colegio a ofrecer un curso especial optativo sobre la igualdad de género. Greene ha intentado comentar el asunto del bajo rendimiento de los chicos con sus colegas. Muchos conceden que en sus clases, parece que las chicas lo hacen mejor que los chicos, pero no ven este hecho como parte de un patrón constante. Tras muchos años de haber oído sobre el silencio y la opresión con el que se ha tratado a las chicas, los profesores no se toman con seriedad la sugerencia de que los chicos no están rindiendo igual que las chicas, incluso aunque lo estén viendo con sus propios ojos en sus propias clases.

 Ref.: www.theatlantic.com/issues/2000/05/sommers.htm

 

HOFF SOMMERS, Christina:  The war against boys; how feminism is harming our young men. New York, Simon and Schuster, 2000.