Del lado de los chicos, del lado de las chicas [FR] [2004]

[Le Monde, 27-1-2004] Ellos son mas activos, ellas prefieran el diálogo, y esto comienza desde el nacimiento. ¿Cuestión de naturaleza o peso de la presión social?  Por Catherine Vincent 

 

Al publicar Du côté des petites filles, Elena Gianini Belotti encontró un gran éxito entre los especialistas de la educación. La obra denunciaba la orientación psicológica por la que las chicas aparecen como víctimas y sostenía que aplicando a cada uno igual tratamiento, todos se desarrollarían "independientemente del sexo al cual pertenecen".

Era en 1974. "Como un chico", Sylvie Vartan soñaba no tener "miedo de nada" (antes de concluir, resignada, no ser mas "que una chica"), los movimientos feministas tenían viento de popa, los padres, después de Mayo del 68, juraban que regalarían Mecanos a sus hijas y muñecas a sus hijos. Se vería lo que se vería.

¿Treinta años mas tarde, que hemos visto? Nada, o casi. En nuestras escuelas mixtas, ciertamente, todos están obligados a aprender las mismas materias al mismo ritmo. Pero, aunque abra la puerta de las clases, la segregación sexual está en su apogeo. Desde la maternal hasta el colegio, los patios de recreo ofrecen todos el mismo espectáculo: Los chicos en el centro, ocupando colectivamente el espacio y exhibiendo sus bíceps; las chicas en la periferia, explorando en pequeños grupos las delicias del diálogo íntimo. Igualmente, en casa, ellos manejan cochecitos, fútbol y videojuegos, mientras ellas prefieren la danza y las Barbie. Si las desigualdades a favor de los chicos se reducen poco a poco, la diferencia de comportamiento entre los dos sexos permanece. Irreductiblemente.

¿Es por naturaleza o es cultural? "Cualquiera que sean los factores respectivos de lo innato y de lo adquirido, ciertas manifestaciones de comportamiento parecen claramente unidas al género", constata Gaïd Le Maner-Idrissi, psicólogo de la universidad Rennes-II y especialista en las manifestaciones precoces de la identidad sexual. "Los chicos son mas agresivos y tienen un nivel de actividad física mas importante. Las chicas poseen capacidades interactivas mas elaboradas y buscan mas la presencia y la proximidad de los adultos." Confirmadas por innumerables estudios de psicología del desarrollo, estas tendencias son conocidas desde hace mucho tiempo. Pero se conoce menos, sin duda, que son perceptibles desde la primera infancia.

¿Ejemplos? Desde los primeros meses de su vida, in chico se mostrará de humor cambiante y es mas difícil de consolar que una chica. Desde la edad de 6 meses, ella reconocerá mejor las caras que él y comprenderá con mas precisión las emociones que reflejan. El estará mas alerta, ella mas sonriente. Ella vocalizará mas y hablará antes que él, pero él será normalmente el primero en desplazarse… Estas afirmaciones, evidentemente, no trazan mas que las grandes líneas del desarrollo de unos y de otros. Pero son suficientemente presentes y concordante para permitir afirmar que existe, desde la mas tierna edad, una diferencia real de comportamiento entre los sexos.

¿Los genes o las hormonas pueden explicar porqué la niña bebé verá la vida de rosa y el niño bebé en azul? En parte, puede ser. Después de una decena de años, de numerosos trabajos, básicamente anglosajones, tienden en todo caso a mostrar que las capacidades cognitivas – el modo de abordar el mundo que les rodea – no se muestran idénticos en lo masculino y en lo femenino. Entre los mas convincentes: los de la psicóloga canadiense Doreen Kimura (universidad Simon-Frazer, en Vancouver), para quien las diferencias de aptitudes lingüísticas, matemáticas, espaciales o manuales constatadas entre chicos y chicas provendrían de una organización cerebral ligeramente distinta según el sexo.

Igualmente, la tendencia mas pronunciada de los chicos la agresividad –observada a todas las edades, en todas las sociedades, y que igualmente se encuentra en los grandes primates– estaría directamente ligada al porcentaje de hormonas sexuales. La prueba: que si este porcentaje se modifica experimentalmente el comportamiento cambia… Para muchos investigadores, la biología no representa sin embargo mas que un ínfimo componente de lo que determina a un neonato a convertirse en chico o chica. Lo esencial provendría, y mucho antes de lo se supone, de la identidad sexual que los padres y la sociedad proyectan sobre él.

A cien estudiantes, enseñarles una película de un bebé que grita a la vista de un bicho saliendo de una caja, diciéndoles que se trata de un chico ; a otros cien, ponerles la misma película, hablando del mismo bebé como una niña. Pedir a los espectadores que interpreten los gritos del bebé. "Quiere asustar al bicho" será la respuesta mayoritaria en el primer caso ; "Tiene miedo", en el segundo. La experiencia, realizada en 1976, se hizo célebre. Según Gaïd Le Maner-Idrissi, daría probablemente los mismos resultados hoy en día.

"Raramente se presta atención en la vida día a día, pero el peso de la presión social sobre el desarrollo del niño es enorme. Y no imagináis hasta que punto la actitud de los padres y del entorno es distinta frente a un bebé niña y a un bebé niño", afirma la psicóloga. Varios estudios recientes destacan en efecto como las relaciones entre la madre y su recién nacido, desde los primeros días de su vida, varían según su sexo.

La respuesta materna estará mejor adaptada al ritmo alimentario del niño que al de la niña; él recibirá mas caricias tranquilizantes, ella mas palabras y sonrisas… Mas sorprendente todavía : hace unos quince años, un equipo de médicos franceses ha mostrado que una madre, inmediatamente después del alumbramiento, ¡no cogía igual en sus brazos al bebé según que fuese niño o niña! "Mas allá de las diferencias de sexos ligadas a la biología o al temperamento, se asiste a una puesta en escena muy precoz de modulaciones interactivas de la madre y su hijo en función del género", confirma la psiquiatra infantil Gisèle Danon. Compañeros permanentes de la relación que se establece, los dos van a construir juntos, y a sus espaldas, la futura identidad sexual del neonato.

A continuación vendrán el padre, la familia, el entorno próximo. Tanto mujeres como hombres, todos, imprimirán al niño el estereotipo de su propio género – o del otro. Un "efecto diferenciador" que se reflejará en sus frases ("Un niño no llora", "una niña no se pelea"), en sus exigencias (ella recibe mas presiones para ser obediente y responsable, él para tener éxito y se autónomo), en las actividades que les proponen.

"Los padres visten al niño, lo rodean de juguetes y de accesorios convenientes a su sexo y se aseguran de poner muy pronto a su disposición un entorno diferenciado en vida. Y el entorno social en sentido amplio (guardería, escuela) participa también", encarecerán Chantal Zaouche-Gaudron y Jean Le Camus. Psicólogos de la univerdad de Toulouse-Le Mirail, los dos han trabajado sobre el proceso de sexuación y de socialización del niño y sobre el papel que juega el padre en su realización.

Un papel no despreciable, ya que parece que "los padres, mas que las madres, participan de modo activo en la diferenciación de los caracteres sexuales (juguetes, resgos de personalidad)". ¿Hay que asombrarse? Los hombres se muestran globalmente mas vinculados que las mujeres respecto a las normas culturales relativas a los papeles sexuales. Corresponderá quizá a los "nuevos padres" de mañana modificar a la mujer. Del lado de las niñas como de los niños.